Al hombre que cavila

martes, 17 de agosto de 2010


Al hombre que cavila
a solas con su espejo, con su rostro,
una mano lejana le llama en la memoria,
le hace volver atrás, doblar la esquina,
y le convoca a días ya vividos.

A solas con su rostro en el espejo,
al hombre que cavila
se le disuelve el tiempo y la memoria.
Así el humo de aquel antiguo tren
que ocultó los urgentes
pañuelos del adiós.
Así la lluvia, el vaho en los cristales,
el polvo y la hojarasca.

Así la niebla que borra los caminos
y cerca al que camina.
Y no podrá encontrar señales en su vuelta.
Señales como el humo en los tejados,
la marca por el árbol
o alguna piedra erguida.

Ya todo consumado,
con su rostro se queda en soledad
y nada al otro lado del espejo.